miércoles, 24 de junio de 2009

En Sierra Brava


Desde el momento que dejas listo el trípode, mantienes, hasta el final, la esperanza de recibir una picada. Además, es una esperanza de altos vuelos, por que no piensas que se trate de una carpa pequeña, si no de la más grande que campe por la zona. Esta es una de las razones que te mantiene allí.

-- Las horas pasan casi sin darte cuenta. Una radio, un libro y el móvil se encargan de hacerte las cosas mucho más llevaderas de lo que pueda parecer. Una vez al día, dos a lo sumo, se recogen las cañas y se cambian los boilies. Los observas atentamente, ves su aspecto, si han sido pellizcados por algún cangrejo (presente en este embalse) y te preguntas cuántas veces pueden haber sido tomados por una carpa (quizás por ésa gran carpa) sin que tus alarmas, reguladas a la máxima sensibilidad, hayan sido capaces de detectar su leve tirón.

-- El tiempo transcurre y tu moral oscila entre los sucesivos ciclos de máxima y mínima. En los momentos de bajón es cuando hay que saber controlarse un poco, de otra manera se sucumbe con facilidad a la tentación de recoger y marchar. Si a esto último sumas el peligro de ser detectado por la Guardia Civil (con lo que eso conlleva, si de la noche hablamos (pesca nocturna y acampada)o eres una persona con la mente fría o es difícil pasar tres noches solo en un lugar desconocido, a 416 kilómetros de casa, casi sin batería en el móvil, bajo una lluvia incesante, ráfagas de viento, frío húmedo y sin capturas.
No obstante, el hecho de tener la seguridad absoluta de que otro tarado como tú, en ese mismo momento, esté pasando por las mismas circunstancias, en la orilla de otro embalse o río de España, suele elevar la moral.

-- De día observas con prismáticos todo tu alrededor. Es impresionante lo que esos chismes pueden entretener. Observas los patos, el vuelo de las gaviotas, el ramoneo de las reses; las huellas de animales que de noche se acercaron mucho, muchísimo a tu puesto sin que tú lo percibieras.

-- Al tratarse de un embalse con muchos enganchones, de día te entretienes en hacer bajos y atar anzuelos por que de noche y con las manos ateridas por el frío, esto se complica mucho. Otra de las cosas que suelo hacer es cronometrar el tiempo que tarda en disolverse una malla de pva llena de boilies, tomando agua del embalse en una jarra transparente. Mides la temperatura del agua en diferentes momentos, ordenas el puesto, el interior del bivvy, apartas piedras, te fijas en la dirección del viento, compruebas carretes, la salida del hilo, el volumen de las alarmas, la estabilidad del trípode, montas anzuelos para los pop-up y pruebas su flotabilidad, recibes llamadas de la familia, de los amigos y de los compañeros del curro y de los que te dejaron allí pensando que estas como un cencerro, lanzas boilies con el cobra, tomas fotos, vídeos... , mientras esperas..., mientras esperas y esperas.

-- Lo peor viene cuando, mientras duermes, una leve picada o la acción de un cangrejo activa la señal acústica y luminosa de una de tus alarmas (sólo de una, por que si son dos, tres o cuatro, las alarmas que se activan, rápidamente descartas que se trate de una picada, por tratarse de una ola o una ráfaga de viento). Entonces el corazón te da un vuelco al ser despertado por la vibración del receptor de picada que sostienes en una mano. Abres los ojos y ves, desde el interior del bivvy, la luz parpadeante de la alarma y esperas, con emoción, la arrancada de la carpa. Para entonces ya te has espabilado completamente, sin embargo nada sucede. Piensas "......, tómalo del todo.., no lo chupetees", pero finalmente, la luz de la alarma se apaga. Esta es una de las sensaciones más amargas que puedes tener. Vuelves a quedarte dormido pensando en esa picada cuando, sin saber el tiempo que ha transcurrido, una arrancada franca te despierta de nuevo, haciendo que salgas disparado de la bedchair, encajes los pies en las botas, abras la cremallera de la puerta del bivvy........, pero para entonces, la alarma ha dejado de sonar. Sólo queda el parpadeo de la señal luminosa, como testigo de la picada de una carpa que comió mal. Sales de la tienda para comprobar que tras el arreón, todo está correcto. El viento y la lluvia te congelan. Giras la cabeza, alumbrando con la luz frontal todo tu alrededor, sin llegar a ver nada concreto. Sólo oscuridad. Vuelta a la cama..., qué frío...!!!, así no hay quien duerma...!!. Es en estas últimoas circunstancias cuando te acuerdas de los tuyos y es aquí cuando la moral del pescador es puesta a prueba.

-- Este es el relato de una noche en Sierra Brava. Cuando no pican de noche, al menos duermes, pero cuando comen mal, maldices el momento en el que decidiste llegar hasta allí.

-- De vuelta a casa, mientras conduces, repasas todos esos momentos en los que sufriste el frío, la humedad, el viento (en ocasiones ensordecedor) ...., todo tipo de penurias y calamidades........, la falta de picadas. Te das cuenta que has estado desconectado de la civilización durante varios días. Una especie de tranquilidad te invade. Te sientes muy bien contigo mismo, con todo.......

Mientras planeas la próxima sesión piensas: estás envenenado.

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Vídeo de la sesión en Sierra Brava en el mes de enero del 2.009.



Picadón de un siluro y doblete.