jueves, 25 de junio de 2009

Mi primer dos metros



El primer siluro que pesqué, superior a dos metros. Sucedió sobre la 1:30 de la mañana del 13/06/09. Sus 2´08 me dieron nueve minutos de sensaciones tan indescriptibles, como imborrables. Fue devuelto al agua, en perfectas condiciones, durante la mañana del 13. Verlo marchar..., fue más emocionante que pescarlo.
Este ejemplar constituye uno de esos recuerdos que un pescador guarda en el alma durante toda su vida.
Ojalá el siguiente te trate, al menos, como yo lo hice.

Gracias, bicho!!.

Historia de la llegada del siluro a España

Un día de la primavera de 1974 un joven biólogo alemán, de poco más de 20 años, cruzó la frontera española. Roland Lorkowski llevaba en su equipaje 32 crías de siluro, un pez de agua dulce, muy apreciado por los pescadores de su país. En los trámites de la inspección aduanera el biólogo declaró que las crías iban a servirle para pescar el lucio en la zona del pantano de Mequinenza.



El pantano era, en efecto, su destino. Pero los alevines de siluro no fueron sacrificados. Lorkowski los echó al agua, confiado en sus cálculos. Su conocimiento del equilibrio ecológico de los pantanos de Riba-Roja y Mequinenza le llevaba a pronosticar que en pocos años, y por causas diversas, las dos principales especies depredadoras de los pantanos, el lucio y el black-bass, iban a sufrir una merma considerable. El biólogo sostenía que la principal consecuencia de todo ello sería la proliferación indiscriminada de las carpas. Y la proliferación de carpas, en su extremo final, sólo podía suponer una alteración gravísima del hábitat.



Cinco años después, los pescadores empezaron a sacar siluros en Mequinenza. No sabían lo que sacaban. Alguien más especializado empezó a hablar, como máximo, de que aquel tremendo animal parecía una mutación del pez-gato, achacable, a no dudar, a los estragos del progreso. Pero Lorkowski, veraneante habitual en la zona, diseminaba la nueva de que el pez raro no era otro que el gran siluro del Danubio.



El viajero escucha esta historia en los bares de los pantanos, cayendo la tarde. Es fácil escucharla a cualquier hora y en cualquier lugar. La dificultad máxima está en el apellido del biólogo, pero, por lo demás, todo el mundo la sabe y la repite. El ambiente es formidable. El ánimo y la excitación de los pescadores demuestra -como en medio de la grey filatélica, ajedrecista, de cualquier grey- la importancia de tener algo que hacer en la vida. Los pescadores exhiben, a veces con cierta aparatosidad, todas las nacionalidades de Europa, aunque predominan los alemanes y los ingleses. Dedican al siluro todas las horas de sus vacaciones. En Mequinenza nadie había vuelto a escuchar semejantes risas volcánicas desde los días del Edén, café cantante. Sabe que el ambiente no es el más propicio, pero el viajero ha de cumplir con su obligación.



-¿Lorkowski fue a la cárcel o sólo pagó por ello?



-Nadie lo molestó. Nunca. Ni deben molestarle. Entonces no había ninguna ley que prohibiera hacer lo que hizo. Por lo demás, nunca dirá en público que echó al agua las crías. Lo que hizo entonces ahora es ilegal: nadie puede traficar con especies. Pero ha sido útil.